Líbrame de mi enemigo, Dios mío;
protégeme de mis agresores,
líbrame de los malhechores,
sálvame de los hombres sanguinarios.
Mira que me están acechando,
y me acosan los poderosos:
sin que yo haya pecado ni faltado, Señor,
sin culpa mía, avanzan para acometerme.
Despierta, ven a mi encuentro,
mira: tú, el Señor de los ejércitos,
el Dios de Israel.
Estoy velando contigo,
fuerza mía, porque tú, oh Dios,
eres mi alcázar;
que tu favor se adelante, oh Dios,
y me haga ver la derrota del enemigo.
Pero yo cantaré tu fuerza,
por la mañana aclamaré tu misericordia;
porque has sido mi alcázar
y mi refugio en el peligro.
Y tocaré en tu honor, fuerza mía,
porque tú, oh Dios,
eres mi alcázar.
* Los Salmos dichos muy temprano en la mañana, o en la tardecita, ya anochecido, cobran un particular misticismo y energía.
martes, 25 de noviembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario